jueves, 8 de junio de 2017

La libertad o el miedo


Imagen: Social Vips

Hace poco leí una cita de Nina Simone tal que así:

"Te digo lo que es la libertad para mí: no tener miedo"

No me dediqué a comprobar su autoría, ni me importa demasiado; con el tiempo, voy aprendiendo que merece más la pena la reflexión en torno a lo inestable que la búsqueda exhaustiva de lo estable, pues ésta me resultaba siempre infructuosa y, de un tiempo a esta parte, ridícula y contraria a cómo creo que se mueve el mundo: inclasificable, fugaz, borroso; los límites definidos se quedan en intentos de un lenguaje incapaz y, sobre todo, humano. (No describimos el mundo: sólo fortalecemos el armazón de nuestras palabras). Pero esto es asunto de otro momento, si es que a alguien le interesa.
Os diré que mi reacción automática a esta cita fue el desacuerdo. A veces, lees algo y sientes que estás a favor o en contra de ello, sin saber muy bien por qué; es algo que surge de dentro. De aquí, pienso, en primer lugar, dos cosas:

  • Cómo cuando algo sale de dentro de esa manera, algo, como en este caso, esencialmente conceptual y racional (pues no es lo mismo que automáticamente sienta alegría o pena que estar de acuerdo o en desacuerdo con una frase llena de conceptos con una tradición propia y una historia concreta); entonces, cuando algo surge de dentro así, es cuando creo que debo detenerme. Esta cita estaba haciendo que mis conceptos aprendidos se tambalearan; y esto, ya sea a mayor o menor escala, supone tambalear el mundo que conozco.
  • En segundo lugar, me reitera en la propuesta de la increíble soberbia del ser humano (de la cual ya habló alguien a quien tengo mucho aprecio [1]), cuya disposición natural parece ser que lo que uno piensa siempre prevalece de forma automática: primero pensé que no estaba de acuerdo con esta frase, antes de valorar que puede que una mujer negra (sería también interesante valorar que tuvo esto que ver en mi reacción de forma inconsciente), que de seguro había vivido mucho más que yo y podía tener buenos motivos para decir lo que decía, podía haberme hecho suponer un estatuto de sentido de base. Pero no, esto vino después de asentar mi desacuerdo por delante.

Así, la cosa es que, en un momento u otro, me decidí a darle una vuelta a estas palabras y empecé a pensar en la posible interdependencia entre libertad y miedo.
Lo primero que tuve que enfrentar fue qué concepto de libertad tenía yo acomodado en lo más hondo de mi ser para, (como creo deberíamos hacer sistemáticamente con lo que allí reside), ponerlo en cuestión cada cierto tiempo. Desde que esto sucedió hasta el momento en que escribo, ha pasado un tiempo. Pero intentaré hacer memoria.
En primer lugar, me gustaría decir que, debido a campo de estudio al que, por suerte o por desgracia, me hallo circunscrita, una cosa muy útil que he aprendido, y que me ha ayudado en este camino de ver el mundo en su inconsistencia, y a no creer que hay algo así como la verdad, es comprobar que, a lo largo de la historia, cada concepto ha ido mutando en su definición. No es una diferencia sin más sino, más bien, parece que se van sucediendo concepciones del mundo que han llevado a que conceptos que ahora nos venden como unánimes resultaran un sinsentido en otro tiempo. Por ejemplo, los griegos, allá cuando Platón, parece que no pensaban desde el concepto de individuo, sino del de polis, de tal forma que la libertad era libertad política, es decir, posibilidad de intervenir en las decisiones en torno a la ciudad, aunque esto impidiera, ponle, no sé, no poder tener tiempo para una afición. Creo que coincidiréis conmigo cuando digo que hoy, libertad se concibe de forma habitual desde el  hacer cada uno lo que mejor quiera (ateniéndose a una legalidad y todo eso); un concepto mucho más individual (y liberal, nos guste o no). Así, me di cuenta de que para mí la libertad era algo, además de individual, determinado por las leyes: tenía libertad para hacer unas cosas y no otras. 
Entonces, me puse a pensar en qué no concordaba esto con Simone: ella está hablando de la cotidianidad. Fue cuando me di cuenta de lo abstracto de mi concepto de libertad.
Nina Simone, o quien dijera esas palabras (que, en cualquier caso, entra en el concepto de libertad individual que he definido), se dio cuenta de que, a la hora de elegir hacer unas cosas u otras, el miedo limitaba sus opciones; y que era un factor preeminente en esta situación, tanto como para definir la libertad en torno al mismo.
Ya he dicho que era una mujer negra. Yo soy una mujer blanca. Sin dejar de tener en cuenta la diferencia irreductible, pensé desde ese adjetivo que tenemos en común para intentar comprender; efectivamente, el miedo también reduce mi libertad: mi libertad de volverme a unas horas u otras cuando estoy por la calle, por ejemplo. Propondré una situación real, por supuesto, podéis creerme o no.
Cuando me fui a al universidad, pasé mi primer año en una residencia de estudiantes. Una ciudad nueva en la que estaba sola. Empezaba una nueva vida, por así decirlo. Igual suena muy drama pero, tú sabes, tenía dieciocho dramáticos años. En cualquier caso, la primera semana hubo novatadas en esa residencia. No trataré ahora ese tema, mi experiencia fue buena y la recuerdo como una de las mejores semanas del curso, pero soy consciente de que en muchas ocasiones no es así, y os invito a compartirlo.
La cosa es que estaba soltera y con ganas de fiesta, y recuerdo, premeditadamente, pensar que no quería, hablando en plata, liarme o hacer ciertas cosas con nadie esa semana, o al menos no con más de una persona. Puede que penséis: menuda chorrada planear eso. Desde luego es una opción. Pero apostaría porque vosotras, al menos (y seguro que alguno de vosotros), comprendéis mi intención de no adquirir determinada reputación en un ambiente y un lugar donde iba a arrancar mi día a día, tanto a nivel de vivienda, ese curso; como a nivel social, los próximos años. Los comienzos son importantes, pero este no es el tema ni la justificación. La cosa es que el miedo puede darse de múltiples formas, y yo tenía un miedo atroz a cometer algún fallo que me condenara, de alguna manera, desde ese momento en adelante. Puede que a alguien le parezca una nimiedad, pero para mí con mis 18 primaveras, era fundamental crear un ambiente proclive a generar relaciones que merecieran la pena y en el que yo me sintiera cómoda y dueña de mis actos. Y tengo la firme creencia de que muchos actos pequeños desencadenan en grandes consecuencias, (como también piensa otro señor al que aprecio mucho[2]), y parece que mi yo de entonces también era consciente de lo que pequeños gestos podían ocasionar. Pero esto es otro tema. Yo tenía miedo y eso disminuyó mi libertad.
Podemos dejarnos engañar por esa deriva de pensamiento que se lleva las manos a la cabeza diciendo que ahora todo se exagera. Creo que existe la exageración, pero lo que no creo que ésta línea sea muy útil a la hora de entender las emociones y pensamientos que nos mueven. Por otra parte, también creo que la mejor forma que conozco hasta ahora de enfrentarme con cosas grandes es cuando las vemos en nosotros mismos.
No pienso que haya que tener miedo de hablar de palabras que nos han dicho que son muy importantes, como miedo o libertad; sin poder hablar a la vez de mis dieciocho años y de una residencia universitaria. Por más que alguien venga a decir que yo no sé nada del miedo o de la falta de libertad. Porque le diré que tiene razón. Yo sé de mis días, y precisamente por eso hablo de la libertad o el miedo que hay en ellos. No imponiendo, sino aportando. Precisamente como paso previo para lo que creo que es mi objetivo: poder comprender otros miedos y otras faltas de libertad. Y de ahí poder pensar el mundo desde un lugar un poquito más alto que antes, que me ofrezca un horizonte más amplio.
No sé si esto es correcto, no creo que exista algo así como "lo correcto". Pero sí pienso que gracias a esta reflexión, a esta conexión personal, he podido salir de mi prejuicio y, ahora, puedo unirme a Nina. Puedo hablar de otra forma de la libertad, del miedo, y de su relación. Ahora no prejuzgo esa frase como lo hice, y, sobre todo, me reitero en mi convicción de que no debo dar nada por sentado.
Ni siquiera la libertad.
Gracias, Nina.

[1]Jean Paul Sartre
[2]Michel Foucault

No hay comentarios:

Publicar un comentario