Sin embargo, de un tiempo a esta parte parece que la risa se ha democratizado de una manera siniestra. Vale para todo y, lo que me asusta más: a veces parece que no hay otra opción a la risa; es en este sentido en el que os hablo de dictadura, y es incluyendo el sentido de positivismo, del estar-siempre-feliz, en el que os hablo de la risa.
Si te preguntaran si crees que eres la única persona en tener cierto pensamiento en el mundo, supongo que dirías que no. El abrumante número de habitantes de este planeta nos rehúsa a afirmar propuestas de esa envergadura. La cosa es que la situación que yo percibía sobre la risa se encontraba en ese limbo paradójico de un pensamiento que estás relativamente seguro no eres el único que tiene, y la sensación, a pesar de todo cuando, de inmensa soledad al sentirte en un lugar o en una postura que no puedes compartir con nadie. (De nuevo, racionalizar no ha servido para nada.) El remedio contra esta soledad es otro de los milagros de la lectura, la cual siempre da con tip@s que han pensado lo mismo que tú: antes y mejor explicado que como lo dirías nunca. Y encima te analizan que es un suceso que tiene sus causas y que responde a un sistema subyacente de valores y demás. Si alguno habéis participado de un momento así, creo que gusta por varias cosas:
Entre ellas, porque mantiene esa flama que se desplaza entre nosotros, invisible pero en ocasiones perceptible, de que de alguna forma nuestros pensamientos suelen tener más sentido del que podríamos pensar a priori. Sobre todo cuando esos pensamientos van contra el rebaño que nos hemos montado entre todos, y que es más evidente que nunca en este nuestro querido siglo XXI. En cualquier caso, mi pensamiento coincidió, en esta ocasión, con un señor [1] que escribe de forma extraña, pero que es muy respetado (puede que precisamente porque es tan sumamente difícil de pillar, y así, si lo idolatramos, parecemos más listos😄) , aunque creo que en este caso, podemos sacar reflexiones muy interesantes.
Parte de la fama de este señor proviene de que piensa, a grosso modo, que la forma en que se estructura nuestra manera de pensar, valorar, reaccionar al arte etc., heredera de la Ilustración, funciona de tal forma que favorece el dominio de los cuerpos y las mentes. Vamos, que hay una lógica así flotando por encima de nuestras cabezas que promociona estrategias de dominación que están en todos los terrenos (hasta, y de forma más cruel, en el ocio) y eso, que nos dominan conforme más cedemos a ellas. Por ejemplo, esta lógica, que incluye los valores favorables a la industria, nos dice que empleemos nuestro tiempo de la forma más eficiente posible, lo cual se instaura firmemente como lo haría un mandamiento divino de forma que realmente llegamos a pensar que es lo preferible y la mejor manera de vivir, y al cumplirlo a rajatabla en nuestras vidas, nos entregamos al trabajo de una forma que es propicia al sistema industrial, pero la cual reforzamos desde nosotros mismos: nos autodominamos en favor de valores que no tienen por qué ser más validos que otros. Confieso: yo soy la primera que intento exprimir al máximo el día, hacerlo eficiente. Soy hija de mi tiempo, qué queréis que os diga. Y es que para quien no haga esto, es mucho peor, porque aparece la parte del castigo: el que no aprovecha el tiempo es un fracaso como persona, le dicen vago, pues no sigue los designios impuestos por esta lógica lo que, una vez más, te empuja a seguirlos para no ser un despojo social y, así, dominarte a tí mismo en beneficio de los valores imperantes.
En este sentido, la diversión se está imponiendo como un área imprescindible en la vida: si no te diviertes, de nuevo, fracasas en alguna manera y pasas a ser ranci@, aburrid@ o triste. A nivel psicológico, esto se puede traducir en una vía de manipulación.
Que la diversión prolifere no se me aparece como algo malo; de hecho diría que es de lo mejor que puede pasar. Pero cuando algo se impone desde un lugar ajeno, lo que ocurre es que la proliferación no posee un origen genuino. ¿No parece, entonces, que podemos plantear que la diversión, en tanto valor promocionado, puede responder a unos intereses predeterminados y no tanto a la naturalidad y la espontaneidad que se nos quieren hacer creer, sino justo a lo contrario?
"Divertirse significa estar de acuerdo", dice el señor A. Con esto, se expresa el motivo por el cual se promociona la diversión y no otro valor: tranquiliza, hace olvidar las putadas del mundo, y no porque ningún sistema o ciclo vital esté pensando en que tú seas lo más feliz posible. Ahí está, para él, la "afinidad originaria entre el negocio y la diversión".
Cuando digo que me gusta reírme pero luego critico la risa, implícitamente parece que hay varios tipos de risa: al menos una que me agrada, con la que me identifico, y otra que me sobrepasa. Si indagamos esta última sensación, lo primero que saco en claro es que tiene que ver con la falsedad, con la representación de algo que, al menos para mí, no se corresponde con lo que de la realidad percibo. Reconoceréis aquí el modus operandi de la publicidad. Si Mr. Wonderful dice que todos los días pueden ser un gran día, esto tiene varias implicaciones; como siempre, por un lado, pequeñas, pegadas al momento en que lees sus frases (las que la mayoría admite), y, por otro, las grandes, que se derivan de que nuestro día a día se llenen de frases de ese tipo, (que cuesta más que se admitan, incluso como propuesta de reflexión, gracias a esa enfermiza costumbre de pensar que controlamos y sabemos cómo funciona el mundo, manía que impera everywhere). De la pequeña escala no diré demasiado, ya he dicho que es evidente y ya bastante gente se ha quejado, (o reído, cómo no) de lo ridículo (también por cursi, hay que decirlo), de estas frases.
Me interesa más la otra escala. El hecho de que estemos rodeados de palabras del tipo Mr. Wonderful que nos dicen que todo ES alegre y maravilloso. Aquí tengo que mencionaros una premisa de la que parto: el lenguaje nos afecta de forma vital a la hora de configurar nuestra realidad. Estos mensajes, entonces, propongo que crean una conversación subliminal en la que el mundo se vuelve bonito y positivo, y que tiene varias consecuencias:
Qué quiero decir con todo esto:
Puede que si la risa ha impuesto su dictadura y martiriza a los que a ella no se aboguen, sólo nos quede reír, reír más fuerte. Reír la rabia.
[1] Theodor Adorno
Entre ellas, porque mantiene esa flama que se desplaza entre nosotros, invisible pero en ocasiones perceptible, de que de alguna forma nuestros pensamientos suelen tener más sentido del que podríamos pensar a priori. Sobre todo cuando esos pensamientos van contra el rebaño que nos hemos montado entre todos, y que es más evidente que nunca en este nuestro querido siglo XXI. En cualquier caso, mi pensamiento coincidió, en esta ocasión, con un señor [1] que escribe de forma extraña, pero que es muy respetado (puede que precisamente porque es tan sumamente difícil de pillar, y así, si lo idolatramos, parecemos más listos😄) , aunque creo que en este caso, podemos sacar reflexiones muy interesantes.
Parte de la fama de este señor proviene de que piensa, a grosso modo, que la forma en que se estructura nuestra manera de pensar, valorar, reaccionar al arte etc., heredera de la Ilustración, funciona de tal forma que favorece el dominio de los cuerpos y las mentes. Vamos, que hay una lógica así flotando por encima de nuestras cabezas que promociona estrategias de dominación que están en todos los terrenos (hasta, y de forma más cruel, en el ocio) y eso, que nos dominan conforme más cedemos a ellas. Por ejemplo, esta lógica, que incluye los valores favorables a la industria, nos dice que empleemos nuestro tiempo de la forma más eficiente posible, lo cual se instaura firmemente como lo haría un mandamiento divino de forma que realmente llegamos a pensar que es lo preferible y la mejor manera de vivir, y al cumplirlo a rajatabla en nuestras vidas, nos entregamos al trabajo de una forma que es propicia al sistema industrial, pero la cual reforzamos desde nosotros mismos: nos autodominamos en favor de valores que no tienen por qué ser más validos que otros. Confieso: yo soy la primera que intento exprimir al máximo el día, hacerlo eficiente. Soy hija de mi tiempo, qué queréis que os diga. Y es que para quien no haga esto, es mucho peor, porque aparece la parte del castigo: el que no aprovecha el tiempo es un fracaso como persona, le dicen vago, pues no sigue los designios impuestos por esta lógica lo que, una vez más, te empuja a seguirlos para no ser un despojo social y, así, dominarte a tí mismo en beneficio de los valores imperantes.
En este sentido, la diversión se está imponiendo como un área imprescindible en la vida: si no te diviertes, de nuevo, fracasas en alguna manera y pasas a ser ranci@, aburrid@ o triste. A nivel psicológico, esto se puede traducir en una vía de manipulación.
Que la diversión prolifere no se me aparece como algo malo; de hecho diría que es de lo mejor que puede pasar. Pero cuando algo se impone desde un lugar ajeno, lo que ocurre es que la proliferación no posee un origen genuino. ¿No parece, entonces, que podemos plantear que la diversión, en tanto valor promocionado, puede responder a unos intereses predeterminados y no tanto a la naturalidad y la espontaneidad que se nos quieren hacer creer, sino justo a lo contrario?
"Divertirse significa estar de acuerdo", dice el señor A. Con esto, se expresa el motivo por el cual se promociona la diversión y no otro valor: tranquiliza, hace olvidar las putadas del mundo, y no porque ningún sistema o ciclo vital esté pensando en que tú seas lo más feliz posible. Ahí está, para él, la "afinidad originaria entre el negocio y la diversión".
Cuando digo que me gusta reírme pero luego critico la risa, implícitamente parece que hay varios tipos de risa: al menos una que me agrada, con la que me identifico, y otra que me sobrepasa. Si indagamos esta última sensación, lo primero que saco en claro es que tiene que ver con la falsedad, con la representación de algo que, al menos para mí, no se corresponde con lo que de la realidad percibo. Reconoceréis aquí el modus operandi de la publicidad. Si Mr. Wonderful dice que todos los días pueden ser un gran día, esto tiene varias implicaciones; como siempre, por un lado, pequeñas, pegadas al momento en que lees sus frases (las que la mayoría admite), y, por otro, las grandes, que se derivan de que nuestro día a día se llenen de frases de ese tipo, (que cuesta más que se admitan, incluso como propuesta de reflexión, gracias a esa enfermiza costumbre de pensar que controlamos y sabemos cómo funciona el mundo, manía que impera everywhere). De la pequeña escala no diré demasiado, ya he dicho que es evidente y ya bastante gente se ha quejado, (o reído, cómo no) de lo ridículo (también por cursi, hay que decirlo), de estas frases.
Me interesa más la otra escala. El hecho de que estemos rodeados de palabras del tipo Mr. Wonderful que nos dicen que todo ES alegre y maravilloso. Aquí tengo que mencionaros una premisa de la que parto: el lenguaje nos afecta de forma vital a la hora de configurar nuestra realidad. Estos mensajes, entonces, propongo que crean una conversación subliminal en la que el mundo se vuelve bonito y positivo, y que tiene varias consecuencias:
- Para quien quiera creer esto sin mayor reflexión, efectivamente, el mundo se vuelve bonito y positivo, y todo lo que nos dice lo contrario es más fácil de acallar, pues está reforzado por una lenguaje público y omnipresente, como decía nuestro sabio: "Divertirse significa no tener que pensar y olvidar el sentimiento allí donde se muestra"; (pensamos siempre en esa diversión mutante promocionada, no en la diversión en si, presente desde siempre).
- Para quien no quiera creer esto, se genera como una capa de purpurina, de falsedad en torno a esa felicidad perenne del facebook de tu amiga, que sabes que lo está pasando fatal porque la han dejado de lado en su trabajo, por ejemplo. No es que sea culpa de nadie ni que la gente sea una falsa por estas cosas, no digo eso. Digo que me entristece esa necesidad que cada vez afecta a más de maquillar la realidad, de la relativa y silenciosa imposición de dar una portada impoluta, feliz, sonriente y natural. Pero, sobre todo, me asusta el creérnoslo y pensar que la vida TIENE que ser así porque nos bombardean constantemente con que ES así.
Qué quiero decir con todo esto:
- No quiero ni me interesa opinar de lo que cada cual hace en sus redes. No quiero hacer ningún tipo de alusión a lo que cada uno debería o no mostrar donde quiera. Esto no es un escrito moral ni tengo ninguna intención de aleccionar a nadie. Allá cada uno con como quiera ver la vida, yo tengo claro lo que, para mí, me parece más sano. Y me encantaría escuchar lo que vosotros pensáis
- Que la creación de un lenguaje generalizado posee consecuencias. Pensamos en palabras, no tendríamos un yo sin las palabras. Y el lenguaje va mucho más allá. He elegido la felicidad, pero lenguajes aparentemente inofensivos como el de Mr. Wonderful refuerzan valores rancios hasta la médula que leemos una y otra vez (la media naranja y del estilo). Y eso tiene un calado, como mínimo, el que aquí hemos propuesto: la dictadura de la diversión como medio para no dar guerra, porque estar enfadado o serio está fuera de onda.
- En el sentido de lo anterior, que vivimos en un mundo de dicotomías y, normalmente, la promoción de algo se traduce en la masa como la ocultación de su contrario. No es que ahora haya que promover al tristeza y las miserias del mundo. Sino que existen, y punto. ¿Por qué ocultarlas tras la moda de los filtros de instagram sobre esa sonrisa que te ha costado 20 selfies? Igual hay que pensar en qué intereses se mueven detrás del surgimiento de lógicas de este tipo.
- Qué sistema de valores refuerza este tipo de lenguaje, os propongo: la mentira (nos hace mostrar nuestra vida como el paraíso que, por supuesto, no es a todas horas), la promoción de la misma como un anuncio publicitario creando una necesidad de estetizar cada momento, valor de raíz plenamente superficial, (lo que nos genera nuevas necesidades a la hora de mostrarnos, influyendo en a qué prestamos atención y tiempo), el que ser alguien serio o triste sea rechazado, el que no se puedan decir cosas difíciles de oír, (en los momentos adecuados y por las personas adecuadas, claro), y, en vez de esto, proliferan frases de ánimo o del tipo "bueno, no pienses ahora en eso" que, aunque muchas veces ayuden, no suelen funcionar con problemas profundos, que requieren ver la situación como la mierda que a veces es (y no pasa nada, es normal, todo bien), y trabajarla.
Puede que si la risa ha impuesto su dictadura y martiriza a los que a ella no se aboguen, sólo nos quede reír, reír más fuerte. Reír la rabia.
[1] Theodor Adorno
Sin duda hay talento así como juventud para querer contar muchas cosas a la vez, todas ellas interesantísimas por cierto. Este es un artículo con mmuchos artículos. Seguiré leyendo, mucha suerte
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Saber crear composiciones íntegras sin que queden en un batiburrillo de temas a medias me está resultando muuuy complicado, habrá que ir practicando y aprendiendo.
EliminarMuchas gracias por los ánimos y por leer!
Creo que además, con las redes sociales, hay cierta tendencia al maniqueísmo; al estas conmigo o contra mí. Y en este caso en concreto, se deriva en que, o bien eres feliz siempre, o eres un amargado.
ResponderEliminarY eso, como dices, nos lleva a la superficialidad, y a no escucharnos cuando no somos felices, lo cual nos hace más infelices, y tenemos que ocultarlo, lo cual nos hace más infelices, etc.
Pero afortunadamente no eres la única que piensa así :)
PD: ¿Has cambiado la dirección del blog?
Totalmente de acuerdo, Ehse. Me alegro de no estar sola, creo que somos más de los que pensamos ;)
EliminarSí! Cambié de proyecto y di un nuevo lavado de cara al blog, gracias por pasarte :)